En primer lugar quiero agradecer a la web ME (movilización educativa) potenciada por José Antonio Marina, la opción que nos brinda para debatir temas de interés y actualidad educativa. Con la intención de aportar mi grano de arena al debate, me permito hacer las siguientes consideraciones.
Hay que reconocerle a José Antonio Marina la oportunidad, la novedad y la valentía de presentar a la educación emocional como un aspecto importante dentro de la educación para la ciudadanía. El hecho de que una persona de tanta relevancia social lo considere así, puede tener una gran trascendencia. Sobre este aspecto siempre le estaremos en deuda. Conviene insistir sobre este punto, ya que lo considero esencial para el futuro, de tal forma que esto es hacer historia.
Dicho esto paso a comentar algunos aspectos, con la única intención de mejorar.
José AntonioMarina dice que “el desarrollo de esas competencias puede concebirse desde tres enfoques: • Psicológico: es un entrenamiento en habilidades sociales. • Ético: es una educación en valores • Religioso: es una educación confesional. Reducir esa competencia a una cuestión psicológica me parece miope. Creer, por ejemplo, que con tener “habilidades sociales” los conflictos van a desaparecer, es olvidar que los grandes manipuladores o los timadores suelen poseerlas en grado sumo. Pensar que fomentado la autoestima educamos buenas personas, es negarse a reconocer que probablemente Hitler tenía su autoestima por las nubes, y que de ahí no resultó nada bueno”.
Este párrafo, que sin duda representa el sentir de un sector importante del profesorado, requiere un comentario. En primer lugar hay que descartar, tal como hace el mismo José Antonio Marina más adelante, que la educación para la ciudadanía vaya a ser una educación religiosa confesional. Hay suficiente documentación al respecto para orientar hacia contenidos laicos. Aunque se pueden incluir aspectos comunes a la mayoría de religiones y a la ética, como son el amor a los demás, paz, compasión, no matar, virtud, verdad, esperanza, fortaleza, templanza, etc. Todos estos conceptos, si bien son comunes a la mayoría de religiones, hoy en día se consideran competencias genéricas que las personas deben adquirir y que tal vez se hayan olvidado. Sería un error confundir estas competencias y valores éticos con educación religiosa.
Conviene distinguir claramente entre tener habilidades sociales, que se pueden utilizar para manipular o timar, y tener competencias sociales, que es un concepto más complejo, que incluye conocimientos, actitudes, habilidades, comportamiento ético, etc. Es importante el paso de las “habilidades sociales”, propias de los años ochenta, a las competencias sociales, que surgieron en los noventa. Un timador, un manipulador o un dictador, pueden tener habilidades sociales, pero no adoptan un comportamiento socialmente competente. Por otra parte, conviene distinguir entre formación en psicología y competencias sociales. La primera podría ser eminentemente teórica; la segunda es práctica. Se ha desarrollado más en el mundo de la pedagogía (aplicación a la práctica educativa de principios psicológicos) que en el de la psicología teórica; si bien se puede considerar como un tema psicopedagógico. El entrenamiento en competencias sociales es un aspecto importante de la educación para la ciudadanía. Sobre esto hay acuerdo en los documentos e investigaciones sobre el tema que se citan en este trabajo. Si bien no es lo único que debe haber en educación para la ciudadanía. Debe complementarse necesariamente con otros aspectos (éticos, morales, emocionales, de justicia, responsabilidad, etc.) para no caer en la formación de manipuladores o timadores. Lo mismo puede decirse sobre la autoestima. La autoestima es importante; pero debe complementarse con otros aspectos para que sea deseable. Por otra parte no hay que confundir autoestima con prepotencia. Es una confusión grave que, desgraciadamente, muchas personas cometen. Los párrafos anteriores son un ejemplo de cómo los matices van a ser importantes en la educación para la ciudadanía.
Más adelante, J. A. Marina afirma que la “educación ética, en cambio, aparece como el modo más adecuado de conseguir las competencias sociales. Incluye la educación emocional, pero la supera. Procura que los alumnos desarrollen el razonamiento moral, los sentimientos adecuados y los hábitos de conducta correspondientes a los valores éticos”. Sobre este punto conviene señalar que la ética es un aspecto esencial de la educación para la ciudadanía. Pero que, tal vez, no sea el único, en el planteamiento actual de áreas de conocimiento. Insisto en reconocerle a José Antonio Marina la oportunidad, la novedad y la valentía de presentar a la educación emocional como una aspecto importante dentro de la educación para la ciudadanía. Esto implica formar ciudadanos, no en base a imposiciones “desde fuera”, sino “desde dentro”; desde la implicación emocional en la ciudadanía que lleva a adoptar comportamientos responsables con convicción. Sería un gran paso adelante de cara a la convivencia que todos pudiéramos estar de acuerdo sobre este punto. Pero también, a este respecto, me permito modestamente preguntar, ¿La ética incluye a la educación emocional o es la educación emocional la que incluye los principios éticos necesarios? En este caso estamos ante un debate similar al de si la lingüística es parte de la semiología o si la semiología es parte de la lingüística. Es decir, es un debate a largo plazo, que puede estar contaminado por los intereses profesionales. De momento hay que insistir en la importancia de los principios éticos. Pero también hay que señalar que la tradición de la educación de la ética tiene un sesgo teórico que conviene corregir. No se trata solo de tener conocimientos sobre ética, sino de adquirir competencias desde principios éticos. La educación emocional es una “educación desde dentro”, desde la implicación emocional en el comportamiento ético. Para la adquisición de este tipo de competencias son otras áreas de conocimiento las que se han implicado en investigación, docencia y la propuesta de estrategias fundamentadas (pedagogía, psicopedagogía, psicología).
Primera propuesta
Habida cuenta de las áreas de conocimiento implicadas (ética, educación emocional, ciencias sociales, etc.), con los intereses profesionales que esto suscita, conviene orientarse hacia planteamientos interdisciplinarios que puedan enriquecer la puesta en práctica y corregir los sesgos de un enfoque inidimensional. Por esto, el redactado de la propuesta podría ser:
El contenido de la asignatura “Educación para la ciudadanía” es fundamentalmente multidisciplinar. Incluye la ética, la educación emocional y la participación social y política.
Respuesta a la segunda propuesta
Totalmente de acuerdo en la importancia de dos competencias tansversales que son las esenciales de la educación: lectura y ciudadanía. No me parece mal la propuesta de dos departamentos específicos. Pero hay que contar con la dificultad práctica para que la Administración pública cree Departamentos nuevos. Por otra parte hay que tener presente que un representante de los demás Departamentos forma parte del Departamento de Orientación (DO), de tal forma que el DO es, en cierta forma un departamento transversal. Por esto, mi propuesta iría en la dirección de que sea el Departamento de Orientación el que, de momento, asuma la función de dinamizar, potenciar y coordinar las acciones encaminadas al desarrollo de la lectura y de la ciudadanía.
Tercera propuesta
Me parece muy bien la tercera propuesta. Pero no quedan claros los requisitos de acceso al curso de formación para poder impartir educación para la ciudadanía. ¿Podría ser cualquier profesor, incluso los de matemáticas, física, química, biología, educación física, arte? ¿o convendría restringirlo? Si fuese ésta última la opción adoptada, pienso que deberían poder formarse para impartir la materia los licenciados en Filosofía, Geografía e Historia, Pedagogía, Psicología y Psicopedagogía (por orden alfabético). Hay argumentos de peso para considerar que todos ellos han recibido una formación apropiada en algunos aspectos; pero incompleta en todos los casos. La formación ad hoc para poder impartir la asignatura podría ser un master oficial de Educación para la ciudadanía, con carácter interdisciplinario entre Filosofía (ética), Geografía e Historia (ciencias sociales) y ciencias psicopedagógicas (educación emocional). Debería ser un master dentro de los nuevos POP (Programas Oficiales de Postgrado), que han surgido en el marco del nuevo EEES (Espacio Europeo de Educación Superior), y que se orientan a la adquisición de competencias. De esta forma sería una formación oficial reglada, de dos años de duración, que conduce a la obtención de un título universitario, que con el tiempo debería hacerse acreedor de un merecido prestigio. Otras alternativas formativas son compatibles y aceptables, pero hay que evitar el riesgo de una proliferación de cursillos de corta duración con los que se obtiene un certificado que no garantiza la adquisición de las competencias necesarias para una docencia de calidad.
Cuarta propuesta
La propuesta de contenidos es un buen punto de partida. Con la intención a aportar algunos elementos a considerar me permito añadir los siguientes contenidos. En aportaciones posteriores se debería dar a los contenidos una estructura jerárquica, coherente y fundamentada. Los contenidos a añadir son:
1. La violencia como obstáculo para la convivencia. Agresividad y violencia. Tipos de violencia. Vandalismo, bullying, mobbing, etc., como formas de violencia. La prevención de la violencia. La regulación de la ira como prevención de la violencia. 2. La construcción de ciudadanos autónomos. Análisis crítico de normas sociales y tradiciones. Autoestima, identidad personal y social. La autonomía emocional entre la dependencia y la desvinculación. El comportamiento asertivo. 3. La dimensión positiva de la ciudadanía. Compartir emociones positivas. El bienestar subjetivo. La contribución del ciudadano al bienestar social. El fluir compartido.
Rafael Bisquerra (25-08-06) grop@ub.edu
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